Tres hamburguesas para Trump

Los más locuaces politólogos pronosticaron un mandato muy breve para Donald Trump. Indicios no faltaban: a las pocas semanas de alcanzar la presidencia, ya tenía sobre la mesa la carta de dimisión de parte de su equipo de confianza. Columnas periodísticas destilaban tramas de corrupción, y, como colofón para alimentar el fuego, se sumó el enfado de Melania que, tras conocer (y reconocer) toda suerte de infidelidades, no pretendía seguir alargando mucho tiempo la farsa del palco institucional. Así lo hace notar cada vez que tiene oportunidad.

Trump y Melania, víctimas del Photoshop, en la recepción oficial a Macron.

En este marco incomparable de controversia, casuística y desnorte, Trump se ha convertido en el presidente más déspota, ególatra y vehemente con el que pudo soñar América. En su primer año de mandato no había recibido ni una sola visita de estado de manera oficial hasta que ha llegado su amigo centrista de Europa, Emmanuel Macron. Unos gestos protocolarios que criticó de su predecesor, Barack Obama (el protagonista bueno de futuras películas que traten la historia de EEUU). Sobre las recepciones institucionales, Trump llegó a decir: «Si soy presidente, no tiraré el dinero en fastos: a quien venga le daré una hamburguesa de McDonald’s y nos pondremos a trabajar». 

Adoro las hamburguesas fast-food como concepto, me parece un mundo gastronómico con mucho potencial, y así lo demuestran las cadenas, siempre reinventándolas con nuevas fórmulas e ingredientes. Las de McDonald’s son mucho mejores que las del Burger King. Las primeras son como Ikea, y las segundas, Conforama. Los magníficos Big Mac quizá solo sean equiparables a las de la franquicia española The Good Burger, a la que felicito por hacer versiones veggie para avanzar hacia el siglo XXII; esa época en la que los posthumanos, testigos vivos de la erosión del planeta y conscientes del sufrimiento animal, serán esencialmente veganos.

Suscribo a muchos chef con estrella, léase Ferran Adrià, Roncero o Berasategui, cuando dicen que el sabor de aquellas hamburguesas americanas, con carnes de dudosa procedencia, guarnidas con vegetales deshidratados y aderezados con salsas adictivas, suponen un excelente sabor, irremplazable, inimitable. Recuerdo perfectamente aquella cena retransmitida por los blogs, a la que Popy Blasco me invitó tras un sorteo. Fue en el McDonald’s de Puerta del Sol, antes de ver la película The Master. Las hamburguesas no se olvidan. El gesto de comer con las manos y mojar las patatas en salsa, une mucho, crea vínculos de afecto y ayuda a hacer de una reunión amigable, un momento cómplice. Recomendaría a todas las empresas a hacer comidas esporádicas en el restaurante de Ronald. Qué ricas están las patatas deluxe con su salsa deluxe. Momentos deluxe.

Foto emotiva del encuentro entre dos amigos para siempre.

El caso es que, aunque sea oficiosamente, Trump ha invitado a la Casa Blanca, o a su casa de verano en Florida, a diferentes mandatarios. La pasada semana, recibió a Emmanuel Macron, ese robot diseñado para ser presidente francés, presidente de un partido sin más ideología que la de hacer crecer el dinero, sin posicionamiento: pura matemática y economía. Macron es tan neutral como un iPhone, tan atento y frío como Siri. Es el modelo en el que se fija Albert Rivera cada mañana. Un perfil por el que Donald siente admiración, desde su posición tan irremediablemente humana. Trump también recibió a Xi Jinping, presidente de la República Popular China, a quien pudimos saber que le contrató un banquete opíparo. Lo de siempre: prometer hasta meter y los Happy Meals prometidos se quedaron en la hemeroteca.

Aunque Trump manifiesta escaso interés por mejorar sus dotes de anfitrión, le voy a hacer un favor. Le propongo tres recetas de hamburguesa que le podría cocinar el servicio de la Casa Blanca a cualquiera mandatario francés, chino o italiano, para deleitar con combinaciones de sabores que he probado a componer en mi propia cocina. Y están riquísimas; apunten.

Hamburguesa Macron de Savoie

giphyEn este caso utilizaría una carne de ternera mezclada con magro, para darle más jugosidad. Se puede pedir en carnicería y que la piquen en ese momento; es mucho más sabrosa que las carnes de blister. En un bol, salpimentar la carne, añadir cebolla muy picada y alcaparras igualmente desmenuzadas hasta destrozarlas en mil partículas. Truco: batidora con herramienta de picar. Con esto, formar bolitas de aproximadamente 120 gramos: el tamaño de un huevo. Chafar con las manos hasta que queden de 2 centímetros de ancho y pasar por plancha, al gusto. Cuando se apague el fuego, superponer ante cada hamburguesa una loncha de queso Emmental de Savoie. Mientras se funde el queso, cortar un panecillo de Mercadona (el de semillas de amapola es perfecto) y tostar. Rebanar dos lonchas de tomate muy finas, un poco de rúcula y montar todo: recordando que el el tomate nunca debe estar en contacto directo con la carne, porque se resbala y no es cómoda de comer. El tomate mejor a la catalana: contra el pan. Voilà, la tenemos.

Hamburguesa Jinping con alga nori

Cerca de mi casa había una hamburguesería que cerró con la crisis, Mesclat. Hacían muchas especialidades, con diferentes carnes o vegetales; salían muy bien de precio. Pero una de ellas valía 15 eurazos, y estaba riquísima. La adapté a mis propios conocimientos y ahora la cocino a menudo. Atún de lata en un bol, al que añadimos pan rallado, una yema de huevo, cebolla y un poco de pepinillo. Sabor contundente. Encima, una pequeña porción de alga nori (la misma que la de los niguiri) humedecida hasta que esté esponjosa. El pan, mejor uno suave y ligero: tipo mollete antequerano. Para que tenga toda la jugosidad que nos gusta, las caras interiores del pan se pueden untar con una mayonesa o mostaza ligera.

Hamburguesa Mattarella de espinacas y mozzarella

Una de mis favoritas últimamente. Es tan fácil que no hay excusa para no probarla. Patatas cocidas (si tienes prisa, hay de bote): se machacan con el tenedor hasta que quede una pasta espesa. Espinacas frescas, se pasan por la sartén hasta que se pochen. Se mezcla todo, y se salpimenta, añadiendo en este punto tomate seco bien picado. Se le añade un poco de pan rallado para dar consistencia (la espinaca guarda mucho líquido). Se mete en la nevera para que se endurezca la mezcla y luego a jugar a darle forma de maxiburgers. Están tan completas, que no les hace falta pan. Se pasan por sartén hasta dorarlas por ambas caras, y se les añade una loncha de mozzarella cuando se apaga el fuego, para que cubra toda su forma y se funda. Espectacular.