¿Por qué burlarse del arte?

En la semana grande del arte contemporáneo en España, con la apertura de ARCO Madrid 18, varios temas impactan sobre la cadencia de las tendencias artísticas hacia una autocrítica cargada de sentido del humor: ¿el meta-arte sustenta el nuevo arte? Frivolizamos con el pasado, con la dignidad y la elevación clasista que se le exigía a las técnicas ortodoxas en la pintura y escultura, incluso bien entrado el siglo XX. Luego pusimos el minimalismo, el cubismo o el arte povera en un pedestal y ahora nos cercioramos de que casi todos los periodos artísticos han sufrido la devaluación frente a lo digital, lo inmediato, lo efímero y lo líquido. Y corroboramos que no pasa nada por reírse del arte con naturalidad. En la mayoría de ocasiones, la burla ante la obra dirá tanto de nosotros como el espejo en el que nos miramos cada mañana. El arte es un filtro más de la realidad.

La artista Nina Paley ha hecho una colección de gifs en los que bailan algunas tallas primitivas.

El gif como nueva disciplina artística está ayudando mucho a desprestigiar el arte, esa nueva reivindicación etnológica para acercarlo a las masas. Las primeras expresiones pictóricas nacieron para representar en las cuevas aquello que era necesario recordar o, quizá para capturar los hitos del hombre frente a la bestia. El arte alcanzó popularidad en las calles, sin aspirar a nada más que interpretar la realidad con habilidad artesana. Pero con el paso de los siglos, el arte se puso al servicio de la comunicación visual, del marketing de la iglesia católica, de imperios, dictadores y monarquías.

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Retrato ecuestre de Carmen Bordiú-Franco por Salvador Dalí (1974).

El arte sirvió al poder para instruir, para recordarnos que los dioses y los reyes eran nuestros protectores de los monstruos, del pecado, de la pobreza y de la muerte; los protagonistas argumentales de la historia. El retrato, como género predilecto durante casi diez siglos, inmortalizó a seres mucho más horrendos de lo que aparentan hoy en nuestros museos. Lo artístico se convirtió en un fenómeno de élites, llegando en los dos últimos siglos a las galerías del lujo, al comercio de millonarios, y también a la especulación. Eso explica que algunas obras de arte hoy se vendan a precios astronómicos, y que contemplarlas nos produzca risa o disfasia. ¿Cómo un vaso medio lleno de agua puede costar 20.000 euros? No hemos llegado a comprender el arte; y ante el desconocimiento lo queremos boicotear.

Vaso de Wilfredo Prieto, obra polémica por antonomasia.

Por eso casi todas las tendencias actuales del arte buscan la participación obligada del espectador, del cliente. De forma activa, el experimentado observador entra en el juego de interpretar la obra, se siente parte de ella; y de forma pasiva, cae en el debate tras una provocación sencilla y fácil. ¿Por qué esto es arte y no es otra cosa? Porque el autor decide que es arte, logra un espacio donde exhibirlo ante ti, y tú pagas un fee por acceder a su contemplación pública o por disfrutarlo de forma privada. Ni más, ni menos.

Los informativos generalistas de televisión se volverán a centrar estos días en el juego colectivo de devaluar el valor del arte; entrando de lleno en el espinoso debate del precio. Una obra siempre valdrá lo que el comprador quiera pagar por ella. Y ese argumento es el mismo que en el fútbol ha permitido fichajes multimillonarios sin que nadie aparentemente se escandalice. De hecho, en pocas noticias deportivas se habla de dinero. En pocas publicaciones de cine se habla del sueldo del reparto, o de los costes de producción. Sin embargo, hablar de dinero y arte sigue siendo motivo de escarnio.

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Colorización digital de un capitel de una sala del Louvre.

Es muy positivo que nos pongamos delante del arte y participemos de él, riéndonos, llorando, observando y colaborando con su desarrollo creativo, que para eso se ha concebido. Así que bienvenido sea cualquier evento en el que nos permitan emborracharnos hasta la intoxicación de cultura y estímulos visuales. Porque contemplar lo que han ideado otros humanos nos mantiene despiertos, nos permite avanzar y nos sumerge en una nueva atmósfera de relativización, de emoción y de vitalidad. Larga vida al arte.