Cada cual lleva su máscara

«Porque bailando con decirle la tristeza escondo. Después de todo cada cual lleva su máscara, y yo esta noche me libero al fin de ti». Podría haber elegido una cita mucho más trascendental, pero el redescubrimiento del hit noventero de las Shimai en uno de las excelentes entregas de Alaska y Coronas (La2) me ha embargado de pensamientos enfrentados; superficialidad contra trascendencia. No sé bien qué máscara ponerme hoy. Me la pongo y me la quito luego.

Máscaras griegas, base de la historia del teatro.
Máscaras griegas, fundamento de la historia del teatro.

Cuando me pongo creativo, necesariamente me vuelvo trascendente, como casi todos. No hay músico que no haya querido escribir una letra sobre desamor, aunque no lo experimente. Tenemos la necesidad de crear pantallas y espejos, máscaras para ocultar la realidad. Porque realidades, a estas alturas, quedan pocas. Sólo hay que elegir qué máscara escoger cada mañana, cómo quieres mostrarte al mundo. Y vivir tu propio espectáculo. Sumerjámonos en personajes de Holy Motors, mi película favorita de 2013.

Me encantó saber de Pandemonia. Una artista global, una persona que sale a la calle con una máscara corporal de látex, se ha inventado como personaje y trabaja para proyectarse como obra arte viviente todo el tiempo. Es el máximo exponente de la autodefinición, la culminación de todas las cirugías plásticas, maquillajes y modas del pasado. Quiero que me vean como soy, o quiero que me vean como quiero ser. Dos dilemas contemporáneos.

Pandemonia en taxi lee revistas del corazón.
Pandemonia en taxi lee revistas del corazón.

Y ya he hablado suficientes veces de lo importante que es trivializar, relativizar y banalizar. El día que uno llega a ironizar y frivolizar con la muerte, es el primer día en el camino de la felicidad. Y más vale adelantarlo, porque el camino casi siempre es corto. Las poses de ideas claras, fanatismos y dogmas duran lo poco que duran, hasta que nos asalta la duda y nos podemos llegar a contradecir. Pasará.

Leía un texto hace un rato de un autor que me cae fatal. Dirimía el ínclito sobre su propia obra vertiendo una trascendencia ególatra y de idiotez supina. Desnudo y admirándose. Sin embargo, sus obras me gustan. Podrían no gustarme y no pasaría nada, no cambiaría mi percepción hacia él, pero me gustan mucho. Y claro, después de diez segundos de reflexión digo: ¿le detesto o me interesa? Como en 2014 he decidido hablar solo en positivo de las cosas, seguiré interesandome. Lo que opinen los demás está de más. El alejamiento de los afectos nos permite pensar con más libertad.

Obra gusta, autor no.
Ejemplo de: Obra gusta, autor no.

Al hilo de todo esto, ando liado preparando unas máscaras en cartón piedra para la exposición colectiva que se inaugura este viernes en La Rambleta. Amaga’t les vergonyes (Esconde las vergüenzas) es la primera intervención artística pública que hago con toda la intención, y no será la última. Todavía me quedan tantas cosas sin relevancia que contar… Eso sí, sólo me atrevo a participar en cosas efímeras, que aparezcan y desaparezcan, y si es por poco tiempo mejor. Las cosas que duran una eternidad siempre llegará el momento, más pronto que tarde, de ser revisadas como una irresponsabilidad, una equivocación o una horterada atroz. Por eso, hoy decido definitivamente que nunca me haré un tatuaje, si lo quiero llevar por un rato me pondré mis mangas.

Hagamos pop durante más tiempo.

Modelos de mangas de nylon.
Modelos de mangas de nylon.