Banderas con pantoneras

Parece que rebrotan los patriotismos. La explicación es breve y concisa, pero la voy a omitir para no hablar de desesperanza. Me dan tanta pereza los nacionalismos de todo tipo, que siempre acabo pensando que los ultras de las banderitas son como aquellos descerebrados primitivos que vivían del Risk cuando todavía no se había inventado el juego de mesa. Cazan y matan. La ambición de la derecha ha laminado cualquier avance en aquello de integración y solidaridad.

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Banderas catalanas, ikurriñas, senyeras valencianas, astas rojigualdas españolas… no me gusta ninguna. Como decorativa, me quedo con la Union Flag, por aquello del estilo british. Como reivindicativa, sólo me gusta el arcoiris de los amigos de Dorita, el emblema del Orgullo LGTB; y que, cuando le das la vuelta, se convierte en la bandera de la paz. No puede haber más mensaje. Como patriota, sólo me gusta la bandera más antipatrias de la historia: la bandera pirata. Si tuviera que poner alguna en mi balcón, sería ésa, la de la calavera. A poder ser, diseñada por Alexander McQueen.

Nos inducen a desmigar lo grande y hacerlo pequeño, a plastificar y envasar las partículas para que se distingan. Buscan el ridículo. Continentes vale, países se pueden enteder con fines administrativos y legislativos, pero en autonomías, provincias y comarcas ya me pierdo. La lucha entre aldeas es un gesto poco solidario. Me escama bastante que el nacionalismo, que solo mira hacia su propio obligo, sea capaz de colaborar con ONGs, comprar productos de Comercio Justo o marcar la casilla solidaria en la declaración de la renta. «Hipócrita» en la frente.

Mi bandera favorita.
Mi bandera favorita.

El folclore español es casi tan peligroso como su corrupción cuando hablamos de banderines y desfiles patrios. Luego vienen los madremías, cuando revisamos Bienvenido Mister Marshall y descubrimos que desde aquella parodia berlanguiana hasta nuestros días ha cambiado bien poco.

Los pantones del otoño.
Los pantones del otoño.

Las banderas, en general, tendrían que desteñirse un poquito. Porque para este otoño Pantone, la empresa que define casi todos los productos del mundo, dice que se lleva el color manchado un poco de gris. Ya avancé que el naranja sería la clave. Pero los expertos dicen que rebajemos el tono, que se llama Koi, y corresponde al 17-1452 de las pantoneras que los estudios de diseño guardan en el cajón más preciado. También destacan el magenta Vivacious, el verde Esmeralda, el gris Turbulence y el morado Acai, entre otros.

Así que esta será mi patria.

Pantone_17-1452Koi

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