Es curioso cómo en menos de un lustro ha cambiado radicalmente la proyección política de Barack Obama. Tras su reelección, de la que hablé largo y tendido, su imagen pública se ha debilitado, su discurso se ha difuminado, y en ese mundo maniqueo de los buenos y malos, parece que ha traspasado una frontera. De Nobel de la Paz, al único político del mundo que se atrevería a usar armas contra Siria.
Todo tiene una explicación. Los fundamentos ideológicos de Obama no han cambiado tanto. En Estados Unidos la política se hace en base al patriotismo de masas más fundamentalista. Y en eso no hay demócratas o republinados, izquierdas ni derechas. Todas las fuerzas se deben a una población que, en cierta medida, cree que su país es el ombligo del mundo. Y con esto no estoy excusando al presidente, ni mucho menos. Le doy un contexto.
En España, tanto el Partido Popular, como el PSOE, como los partidos minoritarios, se volcaron en 2008 a apoyar el obamanismo, veían en el primer presidente negro de los EEUU un puntal a favor de la tolerancia, pero también un icono de renovación, modernización e igualdad. El nuevo Robin Hood llegó a decir en más de una ocasión que gobernaría para que todos los estadounidenses tuvieran acceso a una sanidad pública, por ejemplo. El objetivo se ha descolorido, pero constan algunos logros. Todo habría ido sobre ruedas de no haber sido por la gestión y la definición de la Defensa.
Obama se metió en camisa de once varas cuando se atrevió a decir en rueda de prensa que en Siria había líneas rojas que no se podrían traspasar. Con este gesto de valentía, al mismo tiempo declaró públicamente su debilidad; estaría dispuesto a decir por qué motivos el conflicto civil podría ser atacado desde fuera, dio el primer en la promoción de un nuevo espíritu beligerante internacional.
Ahora ya es tarde para todo. Fue muy cuestionado que le otorgaran el Nobel de la Paz con tan poco curriculum, pero ahora que ya ha dicho demasiado solo restan motivos para retirarle el mérito. Un comité noruego está preparando un informe con ese fin. Por otra parte, una coalición de republicanos negros publican en The Washington Times un artículo pidiendo un juicio político contra Obama. Lo que en España llamaríamos una moción de censura, que Mariano Rajoy también se merece. Aunque esa fórmula en EEUU no existe como tal. Le llaman tirano, le dicen que sus decisiones atentan a la libertad, le acusan de despotismo. De ángel a demonio.
Mientras tanto, en Siria, los campos de refugiados crecen a velocidad. Y los que están por el conflicto se debaten entre el radicalismo islamista, el terrorismo o la simple solicitud del derrocamiento de la dictadura. Juntos, pero no revueltos, todos atacan. El interés internacional es la vuelta a la normalidad, el respeto a una dictadura que asesina. La intervención militar es un problema más, que rompería las fronteras de Siria y abriría un nuevo conflicto islámico. La debacle de la insensatez está por venir.