Steve Bannon, el ideólogo de Donald Trump, promocionó el pasado verano por diferentes cabeceras mediáticas su iniciativa de trabajar en Europa. Amenazó con crear una red de partidos que hicieran lo mismo que Trump en los USA, una estrategia que se podría resumir en calentar a la sociedad a golpe de titular. En España, dejó una semilla de tres letras germinando sobre un algodón mojado, a ver si se convertía en algo. Y la lenteja ahora ha brotado como una planta carnívora.

Hablar de políticas contra la inmigración, reinstaurar los valores de la moral católica, o simplemente prestar el discurso de la libertad de las personas para defender tenencia de armas, han hecho un cisma social de asuntos que hasta ahora se trataban. Han logrado abrir debates nuevos, bombas de humo para ocultar los problemas reales. Cuando el dedo apunta el cielo, solo el tonto mira el dedo. Y muchos (me incluyo) hemos trasladado la culpa a los medios de comunicación. Cuando todos sabemos que la culpa como concepto no existe, y que las responsabilidades casi siempre son compartidas. ¿De qué me culpas?, dicen las Fangoria.
Saliendo del súper hace unas semanas escuché a unos chavales desde una terraza, tomando una cocacola, decir a gritos: —Pues tío, ser fascista no es tan grave, es más o menos ser como comunista, y los comunistas son en el fondo son socialistas radicales. Casi se me caen las bolsas de la compra al suelo. Evidentemente algo hemos hecho mal. El mal no fue eliminar la asignatura de educación para la ciudadanía; el error bastardo fue eliminar recursos en educación, extinguir las asignaturas humanísticas que apuntalaban los primeros pilares de cualquier democracia. De un plumazo hemos borrado la historia. Y lo peor cuando algo se desconoce es que cualquier mentira tiene vía rápida para triunfar. Bienvenidas sean las fakenews en época de miseria intelectual como arma de doble filo para autoreivindicarnos.
Bannon tenía un plan. Y lo explicó muy bien en el diario El País: «No soy un consultor político. Nunca he pisado una oficina de campaña. Cuando Trump estaba en el 12% le dije: si vuelves a las ideas básicas nacional populistas con las que empezaste y a las que has renunciado, ganarás seguro. En 88 días lo tendrás». Y ahí está, plan cumplido en tiempo récord con la receta que antes llamábamos demagogia, y que ahora se convierte en pura estrategia retroalimentada de redes sociales, banderas en los balcones y posverdad.

Definitivamente, estamos en campaña política. Pero por primera vez no es una campaña de ideas, no importan los debates sobre modelo económico, no va a servir de nada prometer crear empleo, o hablar de temas tan necesarios como la transición energética o la igualdad de pleno derecho. Esta campaña hablaremos de banderas, de colores, de sentimientos; el camino hacia la autodestrucción como sociedad. Los socialdemócratas nos jugamos mantener el modelo de convivencia y tolerancia frente a la amenaza de esa alianza de las derechas, obsesionadas por ver quién conquista el terreno que Bannon ha allanado. Un éxito del marketing, un nuevo fracaso de la sociedad.