Temporada de setas y ostras

Conforme las sociedades avanzan en derechos y libertades, retroceden en conveniencias sociales hacia lo púdico. En la antigua Grecia, los atletas corrían desnudos, enseñando sus órganos genitales sin darles mayor importancia. Durante el imperio romano, los hombres mantenían sexo entre hombres en termas, sin ningún reparo por mostrar sus órganos erectos. En la antigüedad, tanto europea como incluso en los hammam de la cultura árabe, el pene se enseñaba; por ser un elemento más de la anatomía masculina, sin problemas de moral o sensibilidad hacia los menores. Hoy, penes, vaginas y pezones son motivo de censura en redes sociales, en exposiciones fotográficas, en Instagram, y hasta en vídeos de música. Y lo que es más grave: son cuestionados incluso cuando aparecen en el arte. En pocos días hemos vivido varios atropellos a la libertad creativa bajo aquellas doctrinas morales que impiden ver la desnudez como algo natural. Una vorágine censora producto de un sentimiento heredado de la cultura católica, que no dudó en tapar inocentes penes incluso de la mismísima cúpula de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. Insinuar a veces es peor que mostrar.
Así quedó el altar de la Capilla Sixtina tras cubrir todos los penes.

El último videoclip de Yelle, la reina del electropop francés, ya no está disponible en Youtube. La plataforma ha decidido que enseñar su cuerpo apolíneo cubierto de escarcha con los pechos al aire era una provocación para no sabemos qué gente susceptible con el movimiento #freethenipple, convertido en tendencia estética por la directora Lina Esco. Supongo que habrá gente que no haya visto un espectáculo de varietés en su vida, que no haya visto una vedette durante el siglo XX, que no conozca el pasado de Norma Duval, o que ni siquiera haya ido a la playa y se haya topado con un par de inocentes pezones. Gente que no vivió aquello de ir al kiosco y encontrarse portadas de Interviú tan desnudantes como las de Belén Esteban o Sabrina Salerno.

Yelle, al desnudo. ¿Alguien ofendido en la sala?
En Valencia, en el recinto portuario de La Marina aterrizó hace unos días una exposición del alcoyano Antoni Miró que no ha pasado desapercibida por los mass-media. Enseguida, ávidos reporteros de Telecinco se han interesado por lo que piensan los viandantes de que estén expuestas al público una serie de ilustraciones troqueladas en acero. Ilustraciones que muestran, ni más ni menos, escenas reales de la antigua Grecia que han llegado hasta nuestros días en soportes artísticos de otro tipo: vasijas, murales, o frisos decorativos.
Representación artística del erotismo tendente a la abstracción.
Las reacciones: muy previsibles. La mayoría de la gente opina que eso no es adecuado para niños. Como si los niños no hubieran visto en televisión, y en prime time, a Aramís Fuster enseñando el coño para entrar en la casa de Gran Hermano VIP. O como si los niños no hubieran visto en casa cosas más inadecuadas para su edad que la recreación de unas líneas de dibujo asemejando una escena sexual explícita. La minoría razonable dice que el sexo es lo natural, y que pregunten cuando les nazca: porque tarde o temprano las preguntas llegarán y no estará el piloto automático de la censura. Estos días vuelve a ser noticia Donald Trump. Y en todos los informativos se ha hablado de su pene. Quizá es el único presidente de los Estados Unidos, por no decir el único presidente de un país, del que ahora sabemos detalles sobre su miembro viril (que tiene nombres mil, como cantaba Leonardo Dantés). Ha sido gracias a Stormy Daniels, buen naming para generar borrascas informativas: una actriz porno que ha confesado que tuvo un incómodo rollo con Donald, y ahora ha querido vengarse contando al mundo cosas que a él no le gustaría que se supieran. Entre otras, que tiene un pene con forma de seta de Mario Kart. Está claro que un pene no debería ocupar la escaleta de ningún informativo. Pero la ocultación del desnudo lo ha convertido en tabú; y lo prohibido siempre atrae más que lo permitido. Si lo que queremos es tapar, tapémonos. Si lo que queremos es cegar a la verdad, ignorando lo natural, ceguémosla. La realidad, tarde o temprano, se impondrá nuevamente para sorprendernos. Hagamos bandera de la libertad para vestir como queramos, y desnudarnos cuando queramos.
Begoña Gómez con un DelPozo que se asemeja a la bandera presidencial de los EEUU.