Los posthumanos no viajarán

Hemos llegado al tope. Nos hemos acabado de zampar el planeta, con toda su guarnición de recursos naturales y comienza una lenta indigestión. No es ninguna exageración, ni frivolidad. El verano es la época en la que nos damos cuenta del desgaste acrecentado del medio ambiente, de la idiotez congénita del ser humano cuando está ocioso. Los posthumanos deberían renunciar ya al capricho de viajar. ¿Cuántos litros de gasóleo hacen falta para fletar aviones cargados de centenares de humanos corrientes, personas no relevantes, que quieren conocer los tesoros históricos, ancestrales y mucho más valiosos que la vida de toda una generación de homo sapiens?

Deberían cerrar ya las puertas del Panteón romano, de la Acrópolis ateniense, de las pirámides de Giza, de la basílica Hagia Sofía de Estambul y de los templos tailandeses, o de los palacios precolombinos a los que cualquier ser humano puede acceder pagando un —baratísimo— billete de avión. No puede volver a pasar que unas zapatillas rebajadas de Nike ayuden a deteriorar el templo que les dio nombre, el de Atenea Niké. La historia de la humanidad no se merece que durante doce horas al día, de cada semana del año, el David de Miguel Ángel Buonarroti sea contemplado en la Galería de la Academia por gente en bermudas, vestida de Primark. No me gustaría que en el futuro, hasta cuanto dure el planeta, tengamos que lamentar la pérdida de tótems patrimoniales, iconos de la historia de la humanidad que su propia estirpe, enajenada, decide cargarse.

¿Es necesario ir a pisar esta maravilla de la historia del arte para sentirse vivo?

Oferta: viaje a las islas Maldivas por 1.199 euros. No puede ser; por ese montante, en el siglo XXI, deberíamos hacer la cesta de la compra de varios meses, con productos ecológicos, o de kilómetro cero, pero nunca malgastar combustible y promover la fabricación de merchandising para la inutilidad en su máxima expresión: tumbarnos en una hamaca entre dos palmeras viendo el mar y hacernos una foto para Instagram. Eso lo tenemos muy semejante en Denia, Torremolinos, Adra, Almuñécar, Benidorm, Formentera, Alcossebre, Laredo y Tamarit. Y si vives en un pueblo de interior, puedes pegarte un baño refrescante en algunos de los manantiales, ríos y lagos con los que cuenta nuestra excepcional orografía. ¿Prohibido viajar? No, nunca debemos prohibir nada; pero la humanidad debería comprender que los viajes hay que hacerlos con medida y sensatez. Que viajar para acceder a eventos de cultura, o para el hedonismo de conocer otras gastronomías, cuando te lo puedes permitir y mientras respetes el entorno, no es problemático. El motivo de la crítica es el abuso del absurdo, hasta caer en una espiral de viajar por viajar.

Aquellos seres vivos que marcan en un mapa mundi de corcho los puntos donde han estado con chinchetas, con ansia de viajar sin más explicación que la de extender su cuerpo y buscar trascender, pisando y devastando otras tradiciones, favoreciendo la existencia de cadenas como Cereal Hunters, Burger King y Dunkin’ Donuts por todas partes no son conscientes de su existencia ni, por tanto, de la conciencia humana.

Dunkin’ Donuts; todos somos ya americanas.

Esta semana precisamente hemos atestiguado la destrucción que estamos haciendo de los bienes planetarios en el Día del Sobregiro de la Tierra (Earth Overshoot Day). Según los estudios, deberíamos volver al año 1972 para revertir el desgaste, o vivir como en la India. De lo contrario, el legado de basura y desierto que dejaremos a las próximas generaciones de seres vivos es escandaloso. Ya no hablo de humanos, porque se sobreentiende que su existencia será mucho más limitada que la de los peces, los moluscos y las cucarachas, que todo el mundo sabe que son las especies que dominarán el mundo en el futuro. Ya lo pronosticó la película Wall-E, que por primera vez en la historia del cine pretendió que simpatizásemos con el insecto más denostado.

Ilustración futurista de Maria Chimi.

Al hilo de esta extinción precipitada que estamos promoviendo, los creativos ya están diseñando el futuro de la especie. La revista Future Human ya recoge documentos e ilustraciones que nos ayudan a imaginar la especie humana en 100 años. Bebés con tres padres genéticos, medicinas para engañar a la muerte, anatomías biónicas y un control genético de absolutamente todo lo que queramos hacer los posthumanos con nuestro cuerpo; decidir cómo será nuestra estructura corporal, nuestra potencia física. Todo, haciendo uso de simuladores de realidad aumentada. Una vez más, Charlie Brooker nos demostró que es mucho más adivino que Nostradamus; Black Mirror es un documento del futuro real.