CupcakKe: del trap al drag

Ya está: hemos superado las barreras del sonido. Si no a nivel de movilidad, que definitivamente no (¿dónde quedaron las máquinas de teletransportación y los autos voladores?), sí que parecen superadas en la música. La fusión de estilos ha derivado en una constante revisión del soul y el hip-hop, enarbolando una nueva tendencia global casi opuesta: el trap. El trap es el nuevo pop.

C. Tangana, sin pose.

Ya lo dijo C. Tangana: «algún día el trap dominará todas las listas de éxitos». En vertiginosas declaraciones Tangana llegó a decir que el PP no es de derechas. Me cae bien porque es la definitiva negación de la estética como símbolo. Ni de ideología, ni de orientación sexual, ni de estrato social, ni de avispamiento mental. Podrá tener pintas de ser lo que sea, porque es todo ambigüedad, es una pose autodefinida.

La flamante portada de ‘Ephorize’ (2018)

Atrás quedaron aquellos movimientos de lucir camiseta. Qué caduco pensar que alguien se droga por llevar una prenda de Nirvana, o presuponer que alguien es activista de izquierdas por llucir silueta del Che Guevara. Todo eso es pasado. En la segunda década del siglo XXI los símbolos han perdido su significado y contenido; sólo queda el continente, el emoticono, el logotipo pop. La Coca-Cola ya no se vende como en los 90, pero su marca y su chispa están más presentes que nunca.

En la misma ola que C. Tangana, pero a la otra orilla del Atlántico, en Chicago, una rapera (que no trapera) está consiguiendo en poco tiempo convertirse en icono mundial, en bandera LGTB: CupcakKe (Elizabeth Eden Harris). Una mujer drag, una victoria del travestismo barriobajero como tendencia, un disfraz de exceso y de obscenidad. En la España moderna habría referentes parecidos, o las hubo, detractoras del decoro y admiradoras de la lujuria, como La VenenoSoy Una Pringada, o Mónica del Raval. Todas ellas iconos trash que nunca han hecho un producto musical tan contundente como el disco Ephorize.

CupcakKe empezó cantando en el coro de la iglesia de su barrio, aunque al poco tiempo se adentró en el rap, se hizo youtuber y se convirtió en más drag que muchos hombres, y en elle se ha fijado hasta el mismísimo Rupaul, que ya la busca para su show. Sus canciones, dice, son «groseras y frikis», pero entiende que se pueda popularizar como global, al hacer constantes referencias al lenguaje de apps de ligue, a las mamadas, a las pollas y coños entrando en detalle, sin metáforas: ha llegado a comparar su vagina con las cataratas del Niágara.

Una reina ordinaria que reconcilia el trap con el movimiento original hiphopero y lo conduce hacia el nuevo underground. O el arte decir bonito aquello que no se debe decir. Es una artista que, en teoría, no debería poder actuar en una gala de premios ante presidentes de estado, que no debería sonar ante público familiar (por sus letras explícitas), pero todo esto va a ocurrir más pronto que tarde.

CupcakKe ha frivolizado tanto con el sexo que le ha quitado cualquier atisbo morboso y lo convierte en puro humor. Cuando dice en una de sus canciones «me tienes atrapado en tu red, mi Spiderman; te chupo los fideos Ramen de esa polla, que es mi vitamina» evidemente no está buscando la erótica ni la pornografía, está simplemente haciendo un cómic de la ordinariez, una ficción excéntrica, casi surrealista, y sumamente viral.

‘Ephorize’, de CupcakKe, es el tercer disco de la rapera, la consolida como reina del género. Y le da identidad propia, convirtiéndose en una de las pocas mujeres (con timbre de voz grave y femenino) que han sido capaces de triunfar haciendo rap. En 2 Minutes, la primera canción del disco, integra perfectamente un coro de iglesia, seguro que rememorando esos inicios católicos. En Duck Duck Goose cuenta cómo se cepilla el coño mientras hace una felación. Pero el ritmo de base es tan sumamente adictivo, que carga de positivismo toda la narrativa soez.

‘An Unusual Request’, Christto & Andrew (2015) en Espai Tactel (Valencia).

Pero CupcakKe no está sola, y no es nueva. Lleva diez años haciendo música provocativa. Y muchos otros artistas, desde otras localizaciones y con otras herramientas han añadido páginas a su diccionario, que es mucho más amplio que el propio terreno sexual. En las artes plásticas, un buen referente es Christto & Andrew, los artistas globales, con sede en Qatar, que han retratado continuamente esa delicada frontera que existe entre las culturas y las subculturas, entre el lujo y la miseria, entre la obsolescencia del siglo XX y la tecnología del XXI.