Aunque lo pareciese, no es un neologismo. Procrastinar —dilatar las cosas en el tiempo—, hasta hace unos años era un pecado capital: la pereza. Hoy, es uno de los sistemas más eficaces para tratar de tomarse la vida en serio, siendo productivo, no haciendo las cosas sin ton ni son, acertando y valorando los fracasos. Se aplica en la vida particular, pero también en el ámbito profesional. Tomar decisiones inmediatas, centrarse en un único objetivo e improvisar para lograrlo a tiempo siempre es un error. La primera idea que te pasa por la cabeza para afrontar un reto siempre es un error. Hay que dejar las cosas macerar para que ganen consistencia. Hoy, procrastinamos para evitar la desgracia; nos pensamos las cosas hasta quince veces antes de tomar la decisión definitiva e implacable.
Hasta yo mismo he demorado en el tiempo la publicación de este post. Sabía que hablar de procrastinar no es muy políticamente correcto y he intentado cargar las palabras de significados bonitos y bien aceptados socialmente . Por eso, abreviaré diciendo que busco la gratificación instantánea de los pequeños resultados y postergo lo que supone una duda o una inquietud irresoluble.
Procastinar no significa dejar de hacer todo para ponerse a ver series en Netflix sin fin, o convertirse en un vegetal de sofá y cama, o levantarse a las 10 am. Procrastinar es hacer muchas cosas a la vez y descansar de todas; centrarse en nada pero estar ocupado en todo. Cuando la cabeza está en muchos proyectos a la vez, todos van a absorber un poquito de los otros, y de esa dinámica aeróbica de pensamiento que nos lleva a una experiencia más completa.
Así, el final de cada proyecto nunca será el objetivo; el objetivo es el propio recorrido. Uno de los aspectos de la modernidad líquida que más me interesan, y que aparecen plasmados en casi todas las creaciones de culto sobre la procrastinación. Eso de comprender que los objetivos se cumplen cuando has tomado la decisión equivocada muchas veces y has aprendido varias lecciones por el camino. Película recomendable, nuevamente: Paper Towns.
Oscar Wilde, que no se caracteriza por referente de ninguna ideología contemporánea, dijo algo clave para este moderno método, germen de creatividad: «No dejes para mañana lo que puedas hacer después». Seguramente, de forma inconsciente, asentaba los pilares de esta nueva forma de vida. Cuando no hay necesidad de tomar determinaciones hoy, ¿por qué precipitarse? Mañana el mundo será diferente y probablemente lo verás todo de otro color, con más aptitudes en la mochila y un nuevo espíritu emprendedor.