Los ciclos se repiten sin fin. Desde que tengo memoria, y desde que escribo este blog, cada año está marcado por unas citas inamovibles que obligan a parar, acelerar o ralentizar la actividad, la creatividad, la visibilidad. Marzo en Valencia es el mes que simboliza el ciclo vital. Y, a punto de cumplir 10 años de blog (el próximo mes de junio) sucumbo a ese descanso de ceniza fallera y revivo como los experimentos de Franskenstein. Aquí estoy, como una bomba de humo que aparece y desaparece, nazco y muero cada día cuando me levanto, como Manuela Trasobares.
Una de las sensaciones que nos hacen sentir vivos es encender la televisión y ver Gran Hermano, la vida en directo de los otros. Durante unas semanas no lo he hecho, y me he reenganchado en la semana de la final, vislumbrando la victoria de Belén Esteban y descubriendo que todo lo que ayer era horrible hoy puede ser maravilloso. Teniendo un gusto anormal es muy difícil entender cómo funcionan los fenómenos mainstream. Qué difícil es comprender cómo a la gente le gusta lo normal. Sus compañeros la odiaban, los presentadores de los programas de Mediaset la atacaban cuando se desgañitaba repitiendo expresiones como «cuando te digan perrito meneas el rabito». Y hoy Belén vuelve a ser ídolo de masas para todos. Del odio al amor hay muy poco.
Renacidos de nuestras propias cenizas, nos enfrentamos a la semana de la pasión. Un meme viral resume lo que podría haber sido un largo párrafo sobre los comportamientos adictivos en torno a los programas de televisión, las creencias, la devoción y el indulto. Una imagen fantástica sobre la verdadera pasión.
Con tanto capirucho morado, vamos a confundir la religión con lo pagano. La procesión, con las marchas de Podemos. Y así, poco a poco llegaremos al periodo electoral español que se atisba más emocionante de las últimas décadas.
Aunque cada día caben menos dudas de que el cambio seguro está representado por el socialismo. Andalucía lo ha ratificado. El Partido Popular ya no sabe qué inventarse para sobrevivir al ciclón que pide una forma diferente de hacer política. Mientras tanto, Rosa Díez, con su falta de democracia, se disuelve como una aspirina, y la nueva marca blanca y producto de marketing para captar al mainstream adopta un nuevo color, el naranja de Ciudadanos.
Al final, todos adoramos el mainstream. Lo último que nos apetece es pasar desapercibidos por la vida. Queremos gustar y disgustar, ser amados y odiados. La indiferencia mata.