Anoche comenzó FOX España a emitir la cuarta temporada de American Horror Story, serie de cabecera de hipsters y maricas por igual; aunque la mayoría del público ya vamos por el séptimo episodio de descargas ilegales subtituladas de este «Freak Show». Esta temporada viene a contemporizar los marginales frikismos del circo de los horrores y su referente cinematográfico más clásico y universal: Freaks, o La parada de los monstruos (1932). El mainstream vuelve a engullirse un gusto minoritario.

Crear terror con rarezas anatómicas es una de las fórmulas más eficaces que ha trabajado el género. Desde la tierna infancia me cautivó el misterio y la aversión hacia lo raro y mutilado. Los niños tienden a estigmatizar: la profesora sin un dedo, o que caminaba coja, directamente era una bruja. Nos costó mucho tiempo asimilar que una persona con un muñón no tenía por qué ser un maléfico asesino en serie. Aunque, a decir verdad, el cine alimentó ese pensamiento infantil (el villano ortopédico de El Fugitivo, o el papelón de Samuel L. Jackson en El protegido, e incluso la transformación de Robocop siempre aparecen en el subconsciente) y la realidad a veces nos vuelve a someter a esa enemistad contra las personas que han sufrido una amputación: el caso Pistorius sería otra conexión.

Supongo que el pensamiento viene inspirado por aquello de que quien sufre dolor puede ir tras el objetivo vital de vengarse de todo lo que ha sufrido, y le da por repartir violencia por doquier. Pero más bien suele ser todo lo contrario; las personas que han padecido enfermedad, accidentes y a causa de ello muestran algún tipo de deformidad o discapacidad son mucho más tolerantes y solidarias que quienes les ningunean a diario.
Ese juego sentimental es uno de los puntos fuertes de este «Freak Show» de los directores Brad Falchuk y Ryan Murphy, consagrados en el mundo audiovisual aunque no reciban ningún galardón cinematográfico. En cada una de las temporadas anteriores consiguieron sorprender por los temas y las estéticas, por los personajes terroríficos y los guiones cuidados, por descubrirnos a Sarah Paulson, pero sobre todo por rejuvenecer y convertir a Jessica Lange en la actriz del momento.

Ahora, la mujer bicéfala, un payaso asesino sin mandíbula, la mujer barbuda, la vedette de tres tetas, el hombre de la mano gigante, o el caballero de dos cabezas están al servicio de una directora de circo, Elsa Mars (la Lange) que da ritmo a una consecución de aspavientos de elegancia y vistosidad desde pistas circenses, con la atracción de muertes desgarradoras. Y para simpatizar con nuestros freaks y demonizar a la gente que parece normal, un criminal sin compasión: Dandy (interpretado por el guapísimo Finn Wittrock).
El caso es que los personajes freaks de American Horror Story provocan mucha más simpatía que los del verdadero circo de los horrores, que en la actualidad protagonizan la mayoría de portadas de periódico. Podríamos hablar de los curas pederastas acosadores de Granada. Podríamos nombrar a las diversas tramas de corrupción que se reproducen como hongos de otoño. Y podríamos acordarnos de todas las personas que maltratan animales, incluidos los toreros y los domadores de circo. Esos sí que dan miedo. Verdadero pavor.