Holograma, cirugía y play-back

Una bocanada de aire fresco llega desde el mismísimo Hades, el inframundo donde vivos y muertos buscan su definición. Me sucede mientras escucho Xscape de Michael Jackson, uno de los mejores discos que se han publicado en lo que llevamos de 2014. Y quién diría que el autor está muerto. Timbaland ha logrado una producción muy acertada, partiendo de materiales y grabaciones quizá poco sustanciosas. Ha sabido conjugar lo más comercial de la personalidad musical con aportes tan sorprendentes como la colaboración post mortem con Justin Timberlake.

Holograma de Michael Jackson en plena coreo.
Holograma de Michael Jackson en plena coreografía.

Nada más escucharlo pensé «qué bien estaría que Epic Records hiciera una gira de todo esto, con mucho vídeo, mucha coreografía y mucha apoteosis». Y mis plegarias atendidas: Michael vuelve a los escenarios en modo holograma. Qué envidia más grande estarán sufriendo en estos momentos Madonna, Kylie Minogue y Lady Gaga, que en sus directos todavía tienen que esforzarse y sudar sobre el escenario. Michael es más moderno que las reinas del pop y ha ganado la carrera tecnológica.

El holograma sufrirá las críticas durante los primeros años, como sucede con los divertidos playback de Nancys Rubias. Pero al final, cada cosa ocupa su lugar en el espectáculo, y hoy en día se puede crear de forma no presencial. En escultura e instalación sucede desde hace años con autores como Anish Kapoor. El autor de la idea contrata a otro humano que desarrolla su obra. Un operario lanza arbitrariamente cañonazos de cera con pigmento y el resultado final viene firmado por Kapoor, no por ese señor equis. Lo mismo da.

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Nos podemos remontar a la historia del arte en general. Casi ninguna obra pública ha sido tocada por el autor que la diseñó, desde las catedrales churriguerescas con todo ese virtuosismo tan subjetivo y pasional, ni las esculturas gigantescas de Juan Ripollés, Miquel Navarro o Alexander Calder que lucen en las rotondas de media Europa han sido tratadas por sus artistas, pero sí concebidas.

Michael Jackson logró así convertirse en persona-arte, modelándose continuamente, primero bajo excusas de enfermedad y luego sin pudor. Hasta que llegó a ser lo que quiso y como quiso. Lo hacen desde hace siglos los seres humanos, desde las tribus donde cada uno se identifica con sus congéneres mimetizándose y diferenciándose a su manera. Han sido capaces de cambiarse el color de la piel con maquillaje, injertarse objetos bajo la piel, alargar extremidades y cuello o modelar y colorear el cabello. Así, con el paso de los siglos llegamos hasta el exponente del jacksonismo: las señoras valencianas del PP.

La mujer de Alfonso Rus en un mitin del PP.

Ninguna cirugía es suficiente para algunas personas cuando se trata de reflejar la visión más idílica de nuestro propio conocimiento. Una frase que marca últimamente: es más importante parecerlo que serlo. Así que todo lo añadido, modificado, retocado y disfrazado sirve para mostrarnos al mundo como queremos que nos vean.

En este empeño muchos han fracasado, todo hay que decirlo. No todas las operaciones acaban tan bien como las de Camilo Sesto, Nati Abascal o Berlusconi. Los quirófanos ocultan sorpresas tan desagradables como retorcidas (seleccionadas por nuestro amigo El Hombre Confuso). Pero al fin y al cabo, nada es para toda la vida y nada es de verdad. Así que disfrutemos de la realidad artificial con todas sus consecuencias.

Jocelyn Wildenstein no le tiene miedo al bisturí.
Jocelyn Wildenstein no le tiene miedo al bisturí.