Ya avisé. El año nuevo chino viene cargado de cambios. En el segundo día del ciclo de la serpiente, el Papa Benedicto XVI ha decidido tirar la toalla y volver a tener un DNI alemán con su nombre real, Ratzinger. A mí la noticia no me afecta ni me asombra, porque soy tan ateo como anticlerical. Pero considero que es de relevancia suficiente para retratar el paulatino hundimiento de una de las instituciones más antiguas, poderosas y ricas de la humanidad.
El Papa menos carismático que recuerdan las generaciones vivas ha dejado fotos y youtubes de lo más divertidos. A pocos días de la salida a la palestra de los casos de pederastia que él nunca denunció, lo vivimos disfrutar en plenitud de un espectáculo de acrobacias de hombres semidesnudos. Su indumentaria también le jugó malas pasadas, que le ayudaron a proyectar una imagen maligna y vampírica. Miles de fotomontajes terroríficos. Por si fuera poco, el arzobispo de Palermo comentó de él que era una mala persona, que se lleva a matar con su número dos, Tarcisio Bertone, otro nombre que tal, en plan El Padrino. Y hay fuentes que aseguran que detrás de esta renuncia ha dejado todo bien atado para nombrar a un sucesor de su agrado. Fumata blanca por los aires.
Si alguien creía que esta polémica quedaba exenta de conexiones a la Comunidad de la ruina Valenciana, se equivoca mucho. Cabe recordar que la visita del Papa Benedicto XVI a Valencia en el año 2006, con motivo del Encuentro de las Familias, desveló uno de los icebergs de la trama de corrupción Gürtel. Durante esa visita, empresas trabajaron con contratos blindados por el gobierno valenciano con cantidades indecentes de euros. La Radio Televisión Valenciana se volcó con su santidad mucho más de lo que lo hace con Rita Barberá y la fallera mayor.
El caso es que desde 1415 ningún Papa había renunciado a su cargo, el ministerio petrino: nueva expresión para irse a la cama. Y sólo un Papa había renunciado con anterioridad por motivos de salud. El valenciano Papa Luna no dimitió, pero le tocó compartir honores con otros dos papas al mismo tiempo, y finalmente sólo quedó el de Peñíscola. Esto de ser Papa cada vez se parece más a Gran Hermano. Antes de Pascua volverán a convivir juntos todos los candidatos, y la final de las nominaciones se traducirá en un nuevo nombre. Entre los candidatos está el terrible Rouco Varela. Todas las caras podrían ser protagonistas del próximo American Horror Story.

A mí todo esto me divierte mucho. El ritual de la elección papal es el precedente magnífico de todas las elecciones que hacemos hoy en día; desde los certámenes de belleza hasta la gala de Reina del Carnaval. Que hay que ver qué trauma disfrazarte para carnaval y acabar convirtiéndote en una falla, como le pasó esta semana a una joven modelo canaria.
Pasado el shock, y alegrándome de que se esté recuperando rápidamente, la imagen resulta tan dantesca como letal para la feria de vanidades en la que nos despertamos cada mañana. Belleza contra deformidad y destrucción. Me recuerda a aquella lectura de Chuck Palahniuk, Monstruos Invisibles.
