Con las tormentas de otoño, uno de los planes findesemaneros que más apetece es acomodarse en un rincón del sofá, con un plaid (la manta que no pesa) y ponerle contenido terrorífico al reproductor de vídeo. Cualquier film serie B vale, pero si se trata de un peliculón con excelente fotografía mejor que mejor. Con solo una lamparita esquinera ya es suficiente; no más luz. La noche puede salir perfecta si la complementamos con un sandwich recién horneado y una copa de vino.

El pasado fin de semana me sumergí en los primeros capítulos de la segunda temporada de American Horror Story, habiéndome causado sensación la primera. Es el serial terror que necesitaba esta década. Gracias una vez más, FX. Plantea una intriga muy bien entramada, con unos personajes desgarradores y brutales interpretados por un elenco de lujo, entre los que destacan la carismática Jessica Lange (en el mejor papel de su vida), Lily Rabe (la monja siniestra que todos padecimos de pequeños) y una nueva cara masculina a la que se le presupone un buen futuro dentro del género: Evan Peters.
Lo de acompañarlo con vino, es una novedad, ciertamente. Soy más dado a la cerveza en modo social, pero cuando me convierto en un gato casero e independiente, me gusta saborear una copa de vino. Un tinto joven, un crianza, no soy nada marquista en esto; me dejo llevar por una etiqueta bonita. De mis preferidos últimamente (consumir vino es no parar de descubrir novedades y sabores) son lo de Grupo Yllera y Ramón Bilbao. De los valencianos, me quedo con Les Alcusses, sabe diferente, como a frutas mediterráneas. No sé qué dirían los puristas al respecto. Cada día soy más antipurismos.
Por otra parte, el mejor acompañamiento para un vino es un menú de esos elaboradísimos y fotogénicos que sacian el hambre y todas las demás necesidades e inquietudes vitales. Aprovechando el programa Valencia Cuina Oberta, el fin de semana pasado pude disfrutar del menú de Alma del Temple, un restaurante de hotel enclavado entre los subterráneos de la antigua muralla árabe. Llevé a mis padres para probar un excelente arroz de cresta de gallo con cigalas. Jamás habría imaginado que la cresta de gallo se come, e incluso que en algunos países se considera un manjar. Aunque la textura gelatinosa y su forma tan evidente me tiró un poco para atrás, el sabor es exquisito.
Este fin de semana disfrutaremos como toca de otro menú prometedor; el de uno de los mejores restaurantes de Valencia: Seu-Xerea. La mejor compensación para un fin de semana marcado por la cancelación del concierto de Ana Curra en el Cabanyal. Con lo que me apetecía.