El otro día leía meticulosamente en mi revista favorita, Vanity Fair, un excelente análisis de la historia del punk firmado por el colaborador Boris Izaguirre. Un stop. Boris, espectáculo televisivo aparte, me parece una de las personas más sensatas y avanzadas de la cultura contemporánea. Y, aunque es un mérito todavía no reconocido, es uno de los más aventajados escritores y columnistas del panorama internacional.
Bien, pues el punk no fue sólo un estilo musical de chicos con cresta de color, fue un movimiento social nacido del desánimo, el desarraigo y la desesperación de una generación sin rumbo. Nos suena. Todavía está muy presente en la cultura actual, y en la sociedad española concretamente. De hecho, el defenestrado 15-M no diverge tanto con lo que ocurrió a finales de los 70 en Londres. Un movimiento del que fraguó, en mayor y menor medida, aquello que algunos todavía se empeñan en llamar ‘la movida’ madrileña. Algunos de ellos se desvincularon pronto y cogieron su propio camino. Ser punkie era también una pose, de ahí que muchos se transformasen al pop en cuanto evolucionaron. Carlos Berlanga, brutal, aseguró que él era «punk, pero sólo de guardarropía».
De aquella época nos vienen influencias muy presentes en las tendencias actuales. Sobre las pasarelas, Vivienne Westwood, cada día más valorada y más imitada. En las galerías, la provocación punk de Damien Hirst brilla estos días en el Tate Modern y se proyecta internacionalmente. Cartier le sigue la pista en joyería. Y así, un sinfín de referencias.

Todo esto viene porque parece que en las últimos meses el punk está resucitando. Los coolhunters de profesión, que saben más que yo, lo están advirtiendo. No es una cuestión de pasarelas y de coincidencias imprecisas entre aderezos, no. Es algo que se palpa en la calle, de alguna manera forzada por la situación cultural y socioeconómica. La rebeldía y la impotencia contra el IVA cultural, la falta de aliento empresarial para salir adelante y el desánimo juvenil están haciéndose con todo. O deshaciéndose de todo. La calle es nuestra, decían entonces y repiten ahora.
Aprovechado el filón, una de las referencias del apogeo del punk en nuestro país, Ana Curra, ha vuelto a los escenarios. Lleva como excusa la presentación de un EP, El Acto que se puede descargar gratuitamente en la plataforma soundcloud. Y aprovecha para llevar a los escenarios los temas hiperconocidos del disco que Parálisis Permanente (banda de la que era mitad) nunca tocó en directo, a causa del trágico fallecimiento de su mitad musical y sentimental: Eduardo Benavente.

Los que ya han tenido la oportunidad de ver el show de Ana Curra, El Acto, en Madrid o Bilbao dicen que es de lo mejor que se puede presenciar en 2012 sobre un escenario. La recopilación de hits y los sonidos interpretados por su nueva banda de colaboradores suenan bien, suenan a años 70. Incluye su propia versión del Quiero ser santa. La que fuera teclista de Alaska y Pegamoides dice que lo hace por necesidad, por rendir un tributo al pasado, que quedó incompleto. El experimento les está saliendo de maravilla.
El próximo 16 de noviembre Ana Curra tocará en el Polideportivo del Cabanyal (Valencia) dentro de la programación del Festival Urbano VLC 2012. Imprescindible.

Me he perdido a Ana Curra tanto en Madrid como en Barcelona, qué rabia! Es una ídola, sus discos en solitario no están nada mal.
(Por cierto, era teclista de Pegamoides, no Dinarama)
Gracias por la corrección, un lapsus. :)