La Factory, de Andy Warhol, diseñó los sueños y la forma de vida de muchos de nosotros. Entre sus paredes, industriales y artificiosamente plateadas, brillaban la creatividad, la genialidad y la autenticidad de las personas que pasaban por allí. Colaboradores habituales o no del que, para mí, es el artista global más destacable del siglo XX; el descubridor del pop estético. Ahora en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, con motivo de la edición PhotoEspaña se recuerdan las imágenes de aquel espacio de ideas transgresoras. La exposición De la Factory al mundo. Fotografía y la comunidad de Warhol es simplemente esencial.

A Warhol no le gustaba la gente, no la entendía. Miraba a su entorno con autismo y cierta desafección, eso dicen. Pero también le era fácil reír a carcajadas. Le gustaba rodearse de un pequeño grupo de amigos que pisaban su casa para pasarlo bien, y sin pretenderlo acababan haciendo arte. Mecanismos artificiales de por medio o bien la excentricidad más natural. Warhol aprovechaba la tecnología básica de la época, las cámaras fotográficas, las grabadoras de cassette, el vídeo, las tintas y cuadernos para hacer que la vida tuviese algún sentido, dejar impregnado el sentir de que nada importa, pero estamos viviendo aquí y ahora. Y siempre hay que hacer algo.
Lo mismo se compraba una hamburguesa y se grababa en ese momento tan absolutamente íntimo de comer a solas, degustando cada bocado, sin que ningún sonido más que el de los bocados y el papel arrugado interrumpiera la grabación de un ritual que hoy es mucho más habitual. Comer sólo, qué drama. Y qué bien lo supo convertir Warhol en arte contemporáneo.
Cuando llegaban a la Factory sus amigos era un despelote, en todos los sentidos. Le gustó retratar a su muso Joe Dalessandro de mil maneras, sobre todo desnudo. Ver alguna de las películas en las que aparece yacente sobre unas sábanas, con su anatomía juvenil, atlética, de belleza clásica y voluptuosa, es un reto para todo aquel hombre que nunca se haya planteado su bisexualidad. Y para una mujer, ídem con las imágenes potentes y perturbadoras de la musa Edie Sedgwick.
Hoy todo esto es algo corriente para los entornos hipster. De hecho existe una corriente que imita y admira aquella capacidad para crear arte sin hacer algo nuevo. La clave era pararse y retratar, provocando algo a través de la mera belleza. Así han nacido blogs y tumblrs que se recrean en lo natural de las personas, en sus gestos, en la frescura del anonimato o la mitomanía del estrellato. Así Warholestá más vivo que nunca. Aunque para la mayoría, antes y ahora, fue una persona rara. De las que a mí me gustan, vaya. Porque para normales, ya están el aire y el sol.
