Poco a poco termina el delirio estival y comenzamos a despedirnos de lamentos. Algunos han viajado muy lejos para atraer envidias y otros se han quedado tan cerca que apenas vieron más allá de un plato de bravas y un doble de cerveza desde humildes terrazas. Pero en cualquier caso, las piñas conseguidas de islas exóticas imaginarias llamadas ‘vacaciones’ son todas las que cada uno de nosotros ha saboreado en ámbitos como la creatividad, las emociones y los placeres. Y para disfrutarlos no hace falta dinero. Que no, que no es tan importante.
Lo importante es haberse sentado en una sala de cine para ver Inside Out (10/10), la enésima maravilla de Pixar que solo sabremos disfrutar plenamente siendo adultos. Una película densa y caprichosa, palpitante y perturbadora, que se propone remover todos nuestros sentimientos y nos brinda la fórmula para cultivar nuestra inteligencia emocional. Los recuerdos esenciales, los pensamientos abstractos y la actitud de lucha frente a los problemas, tan reales como explica la ciencia, ahora están al alcance de cualquier edad. Quien hasta ahora tuviera en el podio las películas Up, Wall-E o Toy Story, puede empezar a discutir sobre qué espacio ocupa la aberrante historia guionizada y dirigida por Pete Docter, creador de las tres obras maestras anteriores.

Disfrutar del cine en mayúsculas es también recomponer los tipos de adolescencia presentes en Paper Towns (9/10). La moraleja de que los fracasos pueden ser los verdaderos éxitos, tan trillada últimamente y tan galardonada en películas como Birdman, aquí nos devuelve al desamor adolescente. La dulce Margo (el papel bordado por Cara Delevingne) y Quentin (Natt Wolff) son los jóvenes que nos habrían enseñado a ser jóvenes si los hubiésemos conocido siendo jóvenes. Ahora, lo único que les decirmos es que tienen la razón, que propaguen sus actitudes por la humanidad; la lucha, la venganza, la entrega, la solidaridad y la amistad como ejes para ser seres humanos apreciables. Además, su banda sonora es tremenda, desde las Haim a Santigold, una maravilla.

Si eso fuera poco, la cartelera ha dado otras alegrías estas últimas semanas, como Lilting (8/10), la ópera prima de Hong Khaou que ha llegado a nuestros cines desde Londres, con una historia estática e interesante: el enfrentamiento a la soledad en la vejez, la incomunicación entre personas destinadas a preocuparse por las mismas ausencias, y los problemas que siempre produce una interlocución a través de un intérprete. Detrás, una preciosa historia de amor entre dos chicos, y la ocultación por parte de uno de ellos de la realidad a su madre. Fantástica, y punto inicial para poner en los rótulos grandes el nombre del guaperas Ben Whishaw.
Otra experiencia de verano a módico precio es viajar a la ciudad más avanzada culturalmente de España, Bilbao, para ver la ‘Retrospectiva’ de Jeff Koons, uno de mis artistas plásticos favoritos, y valorado como uno de los 10 artistas vivos más cotizados del mundo. Llama la atención que, por voluntad del artista, sea posible fotografiar algunas piezas expuestas en las salas del Guggenheim. Y es que Koons, como buen conceptualista pop, solo ve sentido al arte cuando se comparte y se difunde por los vientos. Eso sí, solo es posible inmortalizar algunas obras, y desde la perspectiva que decide el artista. De lo contrario, el personal de seguridad volverá a buscarte. No foto.

Excepcional también es la exposición dedicada a Alejandro Jodorowsky en el CAPC, el museo de arte contemporáneo de Burdeos. Museográficamente, quizá es uno de los proyectos más ambiciosos y completos que he visto. Jodorowsky, del que hasta ahora conocía bien poco, es un artista total, un nuevo genio del renacimiento de vanguardias, del surrealismo. En la exposición se muestran sus aportaciones con otro genio surrealista, Buñuel, cortos inquietantes, sus textos teatrales y performances, y un amplísimo catálogo de dibujos y garabatos. Sexo, belleza, designios astrales y drama, todo junto.
Por último, el mejor plan del verano siempre es coger con gusto y ganas un buen tocho de libros. De los disfrutados, señalaré el gran descubrimiento que supone Douglas Coupland para mí, a través de lo primero que le leo: Todas las familias son psicóticas. Una trama caótica de personajes que rozan el abismo, la exclusión, la fantasía. Pero podría ser todo tan real, es tan creíble, que da miedo, que nos identifica de algún modo. Además, Coupland es otro de esos artistas totales, dignos de admiración, que igual inventa historias magníficas, que concibe ilustraciones para las portadas de sus libros, o expone obras de gran formato en galerías de arte. Como tiene que ser, bien pop todo, y en la misma órbita de genios como Andy Warhol y el comentado Jeff Koons.
