Decidí que 2014 me impusiera una ventaja: hablar en positivo de lo que me gusta y me interesa, y omitir y dejar de mentar lo que no me interesa. Es por eso que este año no hablaré de cantautores líderes de ventas, ni de películas norteamericanas, e intentaré mencionar lo menos posible al gobierno de España. Es un propósito, claro. En la agenda, subrayaré lo que he hecho y tacharé lo que no he hecho, al revés de lo habitual. Así puede empezar algo muy bueno, algo materializado en un proyecto editorial tan global y globalizador como Monocle.

Ya hablé de él en mi anterior blog, cuando lo descubrí, allá por 2008. Y no dejo de asombrarme la calidad y la particularidad de cada tema que propone Tyler Brulé. Reportajes en positivo, de economía, de turismo, de cultura, de gastronomía, de estilo, de vida, en definitiva. Una revista de todo lo que importa, con tapa negra y un logo sencillo, simple. La revista que ha unido a ciudadanos de todo el mundo en torno a una cabecera, un imán de personalidades interesantes. Como me definió un compañero el otro día: «una persona de su tiempo y su lugar». Leer Monocle es darte cuenta de que la vida es mucho más de lo que ocurre entre que suena el despertador y te vuelves a acostar.
Monocle es como yo. Como los gatos. Independiente. Frío. Desambiguado. Dialogante. Directo. Y apasionado por las personas, por los lugares, por los momentos y por las cosas bonitas. Es una revista que lee gente como yo, supongo que la piensan dirigida para una misma generación, atemporal, sin localización geográfica definida. Gente que dice que sí, que la política interesa mucho. Pero desde un punto de perspectiva tan lejano como necesario para escudriñar como hacemos los periodistas de verdad. Tan lejos que podemos separar fácilmente lo real de lo ficticio, el futuro del pasado, la inteligencia y los grandes pensamientos ante los nacionalismos y el pensamiento pequeño.
Por supuesto, es una revista que habla de estilo, de decoración, de arte, de literatura. Porque cuando descansas, el tiempo es para aprovecharlo con cosas que aportan, que embelesan, no para desperdiciarlo recreándose en una imagen proyectada de esa felicidad tan deteriorada en el pensamiento común. Prefiero una fiesta con música y vino a un callejón sin salida con perros lloriqueando. Que no, hombre, que la vida es luz.

Cuando, de entrada, tienes unos intereses propicios, Monocle te da las pistas para que la siguiente página te guste más que la anterior; porque está diseñada para ti, y tú te estás educando para aprehenderla. Y a mí me lo está demostrando la experiencia: las cosas que interesan se atraen entre unas y otras, como imanes. No me extraña que la gente que más admiro haya decidido ver las mismas películas y leer los mismos libros durante los últimos meses. ¿Por qué un montón de personas de referencia vieron el mismo fin de semana Her, cuando todavía no se ha estrenado en España?
No me extraña que en 2014 mi programa favorito de televisión, Torres y Reyes, vaya a presentarlo mi artista favorita, Alaska. No me extraña que mi ciudad favorita del mundo, Londres, sea la ciudad favorita de tantas buenas amigas y amigos, que ahora están allí viviendo. No me extraña que la gente con más intereses culturales que conozco, y desacomplejada, acabe militando cerca de mi alineación política. No me extraña que me agreguen a las redes sociales a diario personas que podría conocer desde hacía años y compartir conversaciones amenas; en el mismo idioma, lenguaje y clave. Nada me extraña.
Tampoco me extraña que los equipos de trabajo que van en la misma sintonía fuera de los despachos hagan productos de éxito global. No hay que tener un millón de amigos, hay que tener los amigos que has elegido; descartando y añadiendo tú mismo. Y cuando acabas de hojear el último número Monocle te das cuenta de que a lo largo de los próximos años de vida, sin necesidad de recorrer mucho mundo (o haciéndolo) vas a conocer a más personas que están dispuestas a vivir como tú y disfrutar como tú. Siempre sumando, en positivo.
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