Una vez aterrizados, me sorprendí muchísimo con el vídeo de Marlene Dietrich sobre las ruinas de Berlín, una canción muy reconocible y tarareable que se contextualiza en la miseria y la alegría vivida al final de la II Guerra Mundial. Una vez visto, se entiende que la actual Berlín se proyecta sobre los cimientos de ladrillo roto y estructuras endebles, una ciudad que había perdido su pasado pero ilusionada con un futuro de prosperidad. Y de ahí los constantes reflotes en forma de movimientos estudiantiles y obreros, una inquietud por mejorar innovando. Berlín es hoy la ciudad más socialista del mundo, y se nota mucho. Su ayuntamiento rojo es un símbolo contundente de una cultura contemporánea y pluralista sin parangón.
Como cinco días de buen tiempo (veinte grados de máxima y cielo medio nuboso) dan para mucho, daré diez pinceladas de lo que sí nos gusta de Berlín, de lo que vale la pena y de las recomendaciones clave para pasar unos días mágicos en la capital de la cultura del siglo XXI. Con todos mis respetos a Londres, que está todavía asentando los pilares de su reinvención olímpica.
1. Berliner Fernsehturm. Soy un poco reacio a espectáculos de panorámicas porque los paisajes siempre son más bonitos en las postales que aguantando colas kilométricas y sufriendo vértigos, pero el panorama desde los 210 metros de altura del mirador-restaurante de la torre de telecomunicaciones de Berlín es una maravilla y sirve para comprender muy bien la estructura urbanística de la ciudad.
2. Taberna Dicke Wirtin. Es un local alemán de manual; paredes forradas de madera, rincones acogedores y poco iluminados, y una terraza estupenda para probar las delicias de la comida alemana: el Currywurst con Kartoffelsalat y el tradicional postre caliente: Apfelstrudel. La comida alemana tampoco es que sea una maravilla, pero estos dos platos son sensacionales para un día de frío. La taberna ofrece unos precios sorprendentemente baratos y un producto muy bueno. Se ubica entre la milla de oro de Charlottenburg y el zoológico.
3. Paseo por Ku’Dam. Dicen que es la avenida más larga de Europa. Pero relativizando, es la vía más imponente que he visto e integra una importante arboleda, edificios de oficinas espectaculares, tiendas de lujo y centros comerciales de todo tipo: desde tiendas orientadas a público joven a KaDeWe, una cadena parecida a El Corte Inglés o Harrod’s. Llama la atención pasear de noche, con todos los escaparates iluminados, disociados de las fachadas.
4. El museo de Pérgamo. Todas las guías turísticas recomiendan visitar la isla de los museos, un complejo de edificios neoclásicos imponentes donde se albergan salas de arte egipcio, prehistórico, de pintura y escultura, o de arte contemporáneo. Pero el más sorprendente, por su colección y por su disposición, es el Pergamom museum. La entrada es una reconstrucción del Altar de Zeus en Pérgamo, que fue trasladado piedra a piedra y del que se recuperaron figuras y frisos. Dentro, mucho más: reconstrucciones de templos, columnas de más de 15 metros de altura y mosaicos ejemplares.
5. Postdamer platz o Sony platz. Es un referente del crecimiento de la ciudad en la última década. Una enorme plaza cubierta sustentada entre diferentes rascacielos alberga varios bares de salchichas y cerveza. Allí es muy recomendable pasar a visitar el museo del Cine y la Televisión, en uno de los bloques, donde se puede desplumar de un vistazo la historia del cine alemán. Desde Metropolis a Marlene Dietrich: todo, con una resolución museística muy llamativa y avanzada. Es muy divertido pasear por sus salas.
6. El parque de Tiergarten. El pulmón verde y símbolo de la regeneración de la ciudad. A principios del siglo XX había un aeropuerto que se destruyó, como todo. Y la ciudad decidió que se convirtiera en un gigantesco parque. Es frondoso y cuesta atravesarlo más de media hora. De noche pudimos ver animalitos preciosos, como ardillas, ratones e incluso un zorro. Es un trozo de bosque en medio de la ciudad.
7. La cúpula del Bundestag. La visita arquitectónica más recomendable del mundo. Una esfera de cristal fue la idea de Norman Foster para reconstruir la antigua cúpula de ladrillo que se hundió con la guerra. La nueva es tremendamente llamativa, resulta increíble visitarla por dentro, ascendiendo y descendiendo por esas rampas independientes que muestran los mejores paisajes del centro de la ciudad, de la puerta de Brandemburgo, y por otra parte sirven para explicar los grandes avances tecnológicos conseguidos con la cúpula a nivel de sostenibilidad medioambiental: la cúpula recoge luz para todo el edificio y filtra la humedad.
8. Monumento a los judíos. Más de 2.500 tumbas de hormigón, dispuestas en una parrilla geométrica a diferentes niveles de profundidad, convierten un monumento funerario en un laberinto precioso y tranquilo. Diseñado por el arquitecto Peter Eisenman y el ingeniero Buro Happold. Imprescindible.
9. East Side Gallery. Es el único trozo de muro que queda tal cual estaba antes de 1989. Un paseo de cerca de un kilómetro, junto al río y la estación de Ostbanhof muestra una galería de lo más variopinto en las tendencias del grafiti actual. Han restaurado algunos de los esenciales, como el del beso de Dimitrij Vrubel. Pero parece que cada cierto tiempo renuevan las pinturas.
10. Schönhauser Allee. Si tuviera que vivir en la ciudad, sería el entorno elegido, sin duda. Separado del centro monumental, es un barrio más habitable y práctico. Hay muchísima gente joven y universitaria, cervecerías, galerías de arte, tiendas, ropa de segunda mano y resulta muy acogedor pasear entre hipsters y pocos turistas.
Com m’agrada Berlín!!!
Besets bonico!