Mi penúltima velada de vacaciones absolutas es el primer momento que encuentro para volver a escribir, volver a leer. Al fin y al cabo, es señal de que forma parte de la rutina. Y me he tomado vacaciones de rutina. Lo que empezó con un festival esperadísimo, el Arenal Sound, ahora concluye tras unos días de relax supremo con la única premisa de huir del infierno de Valencia. Entre los proyectos pendientes han quedado varios libros sobre la mesita de noche (que ya ha caducado como expresión, porque ahora están en archivos epub) y ordenar dos cajas de revistas y libros que traje de casa de mis padres. El último viaje de mudanza llegó con dos años de retraso y ahí está, cogiendo polvo.

Pero es imposible escapar de la rutina cuando parte de la rutina nos gusta. No han faltado paseos nocturnos y cafés con hielo en terrazas. Momentos en explanadas como la del IVAM, con su nueva muestra de esculturas. Hay una de Miquel Navarro: mi escultor favorito. Tampoco ha faltado la cerveza. A todas horas; alargando las tardes y sustituyendo las cenas. O las excursiones a los diferentes parajes playeros de los que todavía nos deberíamos enorgullecer los habitantes de la Comunitat Valenciana. Increíble y, para bien o para mal, cierta. Ir a Ibiza buscando playas es de idiotas. Y Formentera es muy bonita, pero cada día más típica, menos auténtica. Mejor unas calas de La Marina Alta y La Marina Baixa o Peñíscola. Y comer bien, oye.
Esta inserción es de lo más egolog y de lo que menos interesa, lo sé. Pero es necesario hacer siempre lo que uno quiere hacer. Por ese mismo motivo he aprovechado los días de vacaciones para abrir una cuenta en esa red social que tanto recuerda al Fotolog y que nos retrae al año 2006: Instagram. Lo critiqué contundentemente en sus inicios y me aburro ya de los efectos FX. Pero ahí está, para complementar el Facebook, el Twitter, el Pinterest y todo lo que haga falta. En esta era dominada por la comunicación no será por redes sociales.
Siempre se debería hacer un buen uso de la red social, discreto y elegante, reservando cosas para uno mismo y contando sólo lo que podríamos considerar de interés general para nuestro entorno. Lo contrario es de zafios. Por otra parte, actuar con pose y premeditación para conseguir convertirnos en algo que no somos nos llevaría a hacer aberraciones de blogs como el de Nada Importa; ese tipo que se cree ser un dios de la enología y las mujeres, pero en la cruda realidad peca y sufre por no ser un hombre de verdad, un hombre de bien, que él diría. No le conozco, pero no me gustaría escuchar esas sandeces de una persona. Irradia violencia.
Y con esto y un bizcocho recién hecho, me despido para leer unas páginas y desayunar como un campeón mañana.