Acabo de concluir la lectura de uno de esos ensayos divulgativos facilongos, que se leen de forma intermitente. ¿Por qué nos gusta la música?, de Silvia Bencivelli, viene a explicar el por qué de la música; por qué las personas necesitamos sonidos organizados para vivir, creaciones acústicas, y qué sensaciones nos aportan. Lo compré por necesidad, porque al igual que necesitamos la música en cada momento, algunos necesitamos saber por qué la necesitamos. Supongo que es lo que conlleva ser un homo sapinens.

Siempre se ha sostenido el mito de que a las plantas les va bien la música para crecer. Este libro añade anécdotas, como zoológicos donde ponen Barry White en el estanque de los tiburones para ayudar a su fecundación. Pero concluye que no hay nada científico detrás, que los pocos experimentos que se han hecho no han dado resultados satisfactorios: los monos más inteligentes pasan de la música (aunque prefieren una nana al heavy) y los perros ladran cuando se someten a una audición musical y callan cuando reina el silencio.
Con la música a otra parte; nosotros, humanos, la necesitamos. Para despertar o para coger el sueño, para salir o para entrar, para transportarnos o para permanecer en algún lugar aunque sea en una fracción mínima de tiempo. Ay, los ascensores. No concibo la vida sin música. Y respeto profundamente a la gente que escucha cualquier cosa, entre los que me incluyo, porque entre gustos hay demasiado escrito y no soy quien para hacer relecturas. El caso es que las notas y los instrumentos tengan presencia. Aunque a veces ni siquiera cuenten cosas bonitas.
Mañana mismo sale de la factoría Alternand el recopilatorio musical #8, correspondiente a la primavera/verano 2012. Edición limitada a 25 copias, para los amigos. La presentación oficial de las canciones que lo componen será en mi próxima sesión de DJ, el 16 de junio en la Verbena del Verano de la Falla Corona (C/Guillem de Castro, cruce con Corona). No voy a desvelar nada más.