Celebrar el trabajo

Violencia contra las injusticias. Así es la foto que se repitió ayer en casi todas las ciudades del mundo.  La jornada internacional de los trabajadores llegó una época en que servía de homenaje, pero ahora vuelve a sus inicios: la reivindicación de voz en alto contra las medidas que están tomando algunos gobiernos, prescritas desde la Alemania neoliberal para mantener el orden económico. Su orden, mejor dicho. Hoy me pongo profundo y mañana vuelvo a la frivolidad, porque de esta angustia no se vive.

Seattle

En Seattle atentaban contra un escaparate de American Apparel. Hoy no voy a defender la violencia y tampoco hablaré de la marca. Dejo el capitalismo, lo superficial y vulgar, el consumo innecesario e insostenible, para hablar de aquellos que han perdido todo o están a punto de perderlo.

En España, el presidente Mariano Rajoy ha subido las matrículas universitarias, ha recortado becas, ha bajado el sueldo a los profesores (que ahora amplían el ratio de alumnos por aula) y prevé eliminar universidades porque «hay muchas». Además, establece el copago sanitario en medicamentos, tratamientos, intervenciones quirúrgicas y servicios de transporte sanitario. Y pese a todo, sube el IRPF especialmente en los tramos que afectan a la clase media, sube el IBI y dinamita el consumo familiar. Medidas para atajar el desempleo: ninguna. Medidas para crear desempleo: todas. Son motivos más que de sobra para salir a la calle el Día del Trabajador a manifestarse.

El sistema nos ahoga y esclaviza ante la violencia de la presión fiscal. Nulos incentivos a la educación, la cultura, la creatividad, el diseño, la estrategia y la investigación. No se prima el buen trabajo, ahora sólo prima el riesgo de que la Unión Europea no nos vea tan neoliberales, tan a la moda.

Madrid

Un recorte era sumamente necesario, que no nos engañen los partidos políticos que hoy no tienen la oportunidad de gobernar ninguna administración. Si no pagas lo que debes desde hace tres meses, no te plantees comprar este mes lo mismo. Quien decide y pone gráficos ante sus narices ve que tiene la ardua labor de atajar la deuda acumulada y eso sólo se logra recortando el gasto. Pero hay que saber de dónde recortar para no perjudicar a los que menos oportunidades tienen. El dinero no da la felicidad, pero su falta sí que propicia infelicidad.

Hay que ser más social, más solidario y un poco menos avaricioso para conseguir equilibrar las cotas de riqueza. Que existan los ricos y los pobres no lo vamos a cambiar nunca. Pero que por cada persona que pueda comprarse un bolso de Louis Vuitton existan 10 familias que no tengan ingresos suficientes para comer todos los días en España es un drama que tenemos que solucionar con valentía. Impuesto a las rentas más altas, impuesto a los patrimonios millonarios, subida del IVA sólo a los productos de lujo o impuesto especial a los que obtienen muchos beneficios en sus grandes empresas: no me parecería tan mal.

Y en esto me repito: aquél tan insensible para que ante todos estos temas no demuestre ninguna empatía o compromiso me produce verdadero dolor, tristeza, pesadumbre y hasta repugnancia. Se puede decir más alto, más bajo, con pancarta, con blog, entre amigos o en el pasillo de la facultad. Pero en los tiempos que corren lo único que más debería estar penalizado es el silencio.

Dentro de unos meses habrá mucha más gente sin miedo, porque ya no tendrá nada que perder. Cada vez se romperán más silencios.