No lo entiendo. La actualidad política parece una película de ficción. Rajoy da a conocer unos presupuestos que, según cuenta, no le gustan personalmente, pero son los que Dios mandaba hacer para que España guste a Europa y genere «confianza», esa palabra tan sobrevalorada en la economía. Pero hoy los mercados internacionales le han dicho que esos presupuestos no gustan porque son irreales y contradictorios. Por un lado nos cuentan que el paro va a crecer en 600.000 personas este año (sin que tenga nada que ver su «justa y necesaria» Reforma Laboral) y por otro los Presupuestos Generales del Estado para 2012 recortan en un 4,3 el gasto social, más concretamente la prestación por desempleo. Algo no cuadra. O la calculadora de Rajoy está estropeada, o está pasando lo que mucha gente vaticinaba: Rajoy es un figa, que no sabría gobernar ni la aldea del Arce.
Al fin y al cabo, la crisis no es más que una realidad aumentada por los medios de comunicación. Una situación cíclica y autocombustible que esta vez parece que llegó para quedarse, como los vaqueros pitillos. Nos ha dado tiempo a hablar de su llegada, de su estabilización, de su declive, de su resurgir y de su aburrimiento. Pero ahí están.
Pero volvamos a la primavera. Hemos entrado en la rutina de convertir las noches de domingo en el Qué Tiempo Tan Feliz de los modernos. Consiste en encargar unas Domino’s Pizza y elegir una casa para ver el show de Alaska y Mario, el único espacio de producción propia en MTV Spain. Los tres primeros capítulos de la segunda temporada han sido un bluf, salvo aquella secuencia del cirujano y las tetas deseadas por Olvi, que algún día se proyectarán hacia delante desafiando todas las leyes de la gravedad. Artificialidad aumentada. Todo lo demás es muy común, un trasiego de apariciones ya vendidas a los medios y personajes madrileños reconocidos. Estamos a la espera de que empiecen la Route 66 con una caravana y tengamos oportunidad de ver algo que no hayamos visto ya.

En música, el fenómeno más aumentado de este inicio de temporada festivalera es Madonna, que sigue aclamada por la crítica con su nuevo disco y ha desbancado a Elvis Presley del trono de los números uno de ventas de la historia de United Kingdom. Bien por ella; ya era hora de dar una lección de humildad a esa figurita hortera que mueve la cadera desde la guantera de muchos coches.
Adele y Lana del Rey continúan su carrera proclive hacia el mainstream. La primera ha anunciado en sus últimas comparecencias públicas que quiere adelgazar. Quiere ser todo lo flaca que deja intuir su voz. Quiere dejar de cagar los videoclips con su bruta imagen. Lo de Lana es mucho más dantesco. Si hace unas semanas ya la vimos coqueteando con Marylin Manson, ahora se rumorea que se va a teñir de morena (la cabeza) para una sesión de fotos de Vogue, y podría reaparecer con su nueva imagen para el próximo Sónar. ¿Le queda algo por hacer para explotar su nueva fama? Te echo producto. Pero el tuyo voy a empezar a dejar de comprarlo por desbordamiento.
Aunque pasen los años, me siguen fascinando las esculturas hiperrealistas de Ron Mueck. Eso sí que es una realidad aumentada. Artesanía fotográfica en pleno siglo XXI.
