Indiscutible: Umberto Eco se quedó corto con su primer volumen sobre la teoría de la belleza adaptada a la divulgación y debería ponerse a trabajar ya en una segunda parte. No se pueden quedar sin analizar los cambios en la percepción de la belleza en estos últimos años, y el peso que está ganando en el terreno de la imagen personal y la asimilación de las macrotendencias comerciales por el gran público.
Esta mañana he tenido una reunión con la tutora de protocolo e imagen de un instituto que nos traerá al despacho a dos alumnas para realizar prácticas. Se van a dedicar a preparar guiones de actos institucionales, manuales de uso de conductas gestuales, preparación de maletas para viajes y hasta la organización de desayunos para periodistas. Pero el trabajo de peso será una ficha completa de imagen de las personas que trabajamos en el departamento.
El día a día es un global basado en la belleza: vestimenta, peinado, tratamiento del maquillaje o de la barba y formas de estar sentado, de pie o al caminar. Todo es importante en el mundo de la belleza, y cada día es más importante en las relaciones, incluso laborales. La demostración es el auge que están teniendo el sector editorial las secciones de belleza, cuidados, compras, decoración y moda, que han engrosado sobremanera sus páginas en revistas, diarios y suplementos. Hasta El País, como cabecera de prestigio, se ha visto obligado a sacar al mercado un semanal potente y de producción cara, destinado únicamente a lectoras interesadas en belleza, lujo y moda (interminable referencia, S Moda), algo inaudito.
El director de arte hace años era una pieza casi de I+D en cualquier publicación, algo que destacaba por exclusividad. Hoy es algo que descarta; no se puede dirigir una publicación sin una persona cualificada en criterios de estética y belleza. Cada fotografía, cada marco de texto, cada portada tiene que responder a un estatus de objetivos cada día más centrados en la imagen que proyecta y que consecuentemente cala en la clientela. Si la portada no me parece bonita, no la compro. Si el candidato no es tan guapo, no le voto. Si el videoclip no tiene una fotografía cuidada y una edición perfecta, la canción ya no se escucha igual. Estamos hablando de algo muy importante, por lo tanto; un aderezo para todos los sentidos y un ingrediente del raciocinio.
La belleza, por lo tanto, ya no es esa cuestión antes que se malinterpretaba en términos de superficialidad y afección. Estamos hablando de algo mucho más importante. Precisamente en la época en la que los problemas se tienen que atajar por la raíz, vamos a fijarnos mucho más en las flores y los frutos. Los jardineros saben bien cómo se tiene que cuidar la belleza natural.
Aunque después de releer a Eco, que ahora me deja pendiente Historia de la Fealdad para futuras veladas, me quedo con la cita de un matemático, Hermann Weyl. Por aquello del pensamiento generalizado que la ciencia es rigurosa y prescinde de la estética, Weyl soltó: «En mi trabajo siempre he intentado unir la verdad con la belleza, pero cuando he tenido que escoger entre una de las dos, habitualmente escogí la belleza».
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