Belén Esteban está cambiando su forma de encarar la realidad. Andreíta ha pasado a un segundo plano en su discurso televisivo y ahora se adentra en el fango pornográfico del comentario político. Anteayer, su jefe y presentador de Sálvame, el verdadero reality show de los periodistas, le obligó a intervenir sobre asuntos de los que ella no solía hablar. Preguntó a la Esteban —no sin cierta guasa—, que si sabia explicar qué era «la prima de riesgo». La de San Blas se echó palante, como siempre hace; hablar antes de pensar. Ese comportamiento tan ignorante y tan vago. Pues no, yo no entiendo de primas de riesgo, pero tengo que decir una cosa. Pausa, paso y pose. Que estoy muy enfadada con la Merkel [!] porque ya está bien de no solidarizarse con España. No lo he entrecomillado por prudencia, pero más o menos fueron sus palabras y su pensamiento. Nombró el concepto solidaridad, que ese parece sí conocerlo.
Tener un personaje todos los días hablando bien de España es algo que deberíamos agradecer. Da confianza. Esa confianza de la que habla todos los días Mariano Rajoy, el próximo y funesto presidente del gobierno. Anoche perdí una hora de sueño para ver el 59 segundos de Esteban González Pons, el teórico del cinismo que trabaja por y para que Rajoy dé un discurso político lo más vacío posible. Me sorprende la perversión y la banalización con la que se utilizan los argumentarios en el Partido Popular. Da igual lo que te pregunten, tú responde esto, que es lo que queremos que escuche la gente. Sí, que la España del PSOE tiene 4 millones de parados. Y que el PP creó 5’5 millones de empleos. Si es posible no hables de plazos (el PP aprovechó 8 años en la década prodigiosa de la economía europea), ni de situaciones políticas (en esta crisis no levanta cabeza ningún país; ni la derecha ni la izquierda). Cambia la palabra objetivo por aspiración. Y sobre todo no te comprometas a nada. En el programa político esas cosas no van. Por si luego te acusan de no cumplir…
Anoche, sin embargo, la protagonista de la noche no fue la prima de riesgo, ni la verborrea de González Pons. Quien se llevó el gato al agua, y de verdad, fue Tita Cervera. Telecinco programó una infame Noche de Tita muy ridícula, pero a la vez muy arte, muy divertida y muy suculenta para pasar un buen rato tirado en el sofá. Primero echaron la segunda parte de la miniserie de producción low-cost propia La Baronesa, con diálogos muy de los tiempos de Al salir a clase y una predeterminación pasmosa de los acontecimientos. El único aliciente del biopic, realmente, era ver a una Silvia Tortosa radiante. Porque el guión y las interpretaciones eran pastiche difícilmente digerible. Luego empezó lo más divertido: un debate de Hormigas Blancas para evaluar la peli y lanzar hipótesis gratuitas sobre qué habrá sentido Tita al ver su biografía en Telecinco. Carmen Lomana exponiendo su punto de vista, encantada. Y enfrente, María Antonia Iglesias forzada a hablar de un tema que poco le interesa. Pero la vida, hasta para Tita, sigue igual.