Lunes infernal

Lo que peor se soporta en el verano valenciano son las noches, con temperaturas que se estancan en 28 grados y no apetece hacer nada más que esperar en el quicio del balcón a que entren golpecitos de aire. Ni palante ni patrás. Los ancianos saben mucho de eso.

Anoche vino Vins a cenar. Hacía tiempo que no compartíamos cena, sofá y película. Decidió él la cena: Miss Sushi. Y con el sushi me ha pasado como con el vino, que hace cuatro o cinco años no me generaba ningún interés y ahora me encanta. El a-be-cé de un gayer es saber de sushi e incluso intentar prepararlo, pero por ahora me resigno a probar todas sus variedades. El mejor sushi de Valencia es, no obstante, Sushi Home. No sólo porque el local es precioso y te traslada a Tokio en un momento, sino porque el arroz está en su punto exacto, los rellenos son sabrosísimos (alucinante el futomaki Yokohama) y la atención es muy agradable.

Después de ponernos las botas decidimos pasar a la pequeña pantalla una película descargada ilegalmente. Que se me da superbién. En la alternancia entre clásicos y contemporáneos tocó algo actual y de pocas pretensiones intelectuales. Así que optamos por Caperucita Roja, dirigida por Catherine Hardwicke. La vimos en versión doblada porque en casos así no hace falta ni prestar atención a las obscenidades del doblaje; hay cosas más tristes. Y sí, la película cumplió el pronóstico. Tenía yo la intriga de saber cómo habría resuelto esa parte del cuento en que la abuelita le dice a caperucita —¡Y qué dientes más grandes tienes! —Son para comerte mejor. Y nada de reinterpretaciones metafísicas, aparece tal cual, pero en un sueño de la rubia con su rejuvenecida e increible abuela (Julie Christie). El final depara más sorpresa. Pero el contenido de toda la película es puramente hormonal, porque la niña del cuento (una fría Amanda Seyfried en el filme) está loquita por los huesos de un sospechoso hombre-lobo de aire 2010: Shiloh Fernández, que vendría a ser un Hugo Silva en versión californiana. Poco hombre, y menos lobo.

Ansias de aniquilar la semana.