Imagen y credibilidad

Ayer, al leer por mil medios la noticia del alto al fuego de ETA, me vino a la cabeza una reflexión sobre la importancia de la imagen, la estética, su coherencia y su efecto en la opinión pública. Por mucho que ahora Pepsi se vistiera de rojo y mandase mensajes alusivos a los efectos que tiene esta bebida en la juventud nunca podría ser «la chispa de la vida», porque ese mensaje ya tiene propietario en el catálogo iconográfico de nuestra mente. Y la sociedad lo sabe así. Es difícil, por no decir imposible, vender una imagen contraria a la ya creada; cualquier publicista trabaja desde esa premisa.

Hace unos meses ya pasó. María Dolores (de) Cospedal se presentó a dar una rueda de prensa dejando el traje de chaqueta o la pashmina en casa, y envuelta en una desmesurada palestina. Puro adorno de imagen para el mensaje con el que iba a tirotear a los más ignorantes: «el Partido Popular es el verdadero partido de los trabajadores de España». Credibilidad bajo cero en el mensaje, reforzada por una palestina que no se habría puesto ni en su más tierna adolescencia.

Y ahora ETA. Es lógico que todos los partidos del sistema democrático hayan dicho que es un mensaje poco creíble, aquel tan repetido del del alto al fuego. Los más ingenuos aseguran que es «insuficiente». Por descontado. Si alguien se presenta a dar una rueda de prensa con una capucha y guantes, difícilmente podrá hacer creer ningún mensaje. Alguien que no tiene la cara de dar la cara, difícilmente tenga cara para decir la verdad.

Un comentario

  1. Como dijo alguien en el twitter: esto es como ver a Nicholas Cage, ha hecho tantas veces la misma mierda, que nadie se lo cree ya

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