
Me ha fascinado de siempre la capacidad que tienen los topógrafos, los arquitectos, los jefes de obra y los albañiles para coincidir en la ejecución de los conceptos de lo horizontal y lo vertical. Puede parecer muy sencillo sobre el papel, pero llevar las cosas a la realidad palpable siempre es complejo y arriesgado. Buscamos el equilibrio exacto de pesos y la armonía perfecta de formas. Ni un centímetro de margen. Todo tiene que encajar a la perfección y los forjados tienen que estar firmes, en su sitio. El pavimento, inquebrantable. Cuando la obra está acabada, un utensilio primitivo con una burbujita de agua demostrará que han hecho bien el trabajo. Y desde aquel boceto a mano alzada hasta la marea de números necesarios para regular lo irregulable —la naturaleza—, nos sorprende la perfección de la belleza postiza.
Da igual como sea el terreno, su composición y su orografía. Al final la superficie horizontal se puede imponer, por mucha pendiente que exista. Sobre cualquier montaña puede surgir una erección de vigas que diseñen el esqueleto de un hogar. Las aves saben mucho de eso; con cientos de ramitas son capaces de construir en el aire nidos seguros y duraderos. Animalitos…
El ser humano demostrando su poder.. yo prefiero la adaptación al medio, que los condicionantes del lugar enriquezcan el resultado final.
Tengo un libro de Souto de Moura con viviendas adaptadas a la pendiente, preciosas.