Tarantino en tacones

Tarantino

Vengo del cine muy contento, por haber pasado 150 minutos hartamente divertido con la nueva historia de Quentin Tarantino, Malditos bastardos. Igual se trata de actitud; he ido con amigos a ver algo con la intención de pasármelo bien. Porque ya sabemos que con Tarantino la fidelidad y el realismo quedan detrás de un tupido velo: el puro espectáculo de sello de autor, que es capaz de generar carcajadas, tensiones y caras de auténtico asco a ritmos imparables. La intención primera había sido ir a verla en versión original, y más teniendo en cuenta que se entrelaza el inglés con el francés y el alemán en alguna secuencia. Pero no ha podido ser.

En cualquier caso eso es lo que menos importaba en esta película. Tenía más peso el papel de Brad Pitt, haciendo de líder de un comando de judíos dispuestos a vengarse de los nazis de la manera más sangrienta. Y el importante aliciente de Mélanie Laurent, sensual rubia que se propone la vendetta tras haber sido víctima de un asalto nazi que acaba con su familia. Pero donde creo que más ha acertado Tarantino es dibujando al personaje en carne de Christolph Walth, que interpreta al coronel Hans Landa: un esperpéntico fantoche, cabeza organizativa del régimen nazi, que destila maldad, una inteligencia torpe y el puro sarcasmo de la expresión naturalista. Es un protagonista antagonista tan bien dibujado que casi se convierte en bueno.

Que a Tarantino le gusta el cómic norteamericano de acción y violencia es palpable. Y no renuncia a alargar planos y movimientos, a cambiar de cámara a su antojo y a generar interés y miedo en el espectador para luego sorprender con la naturalidad de algo mucho menos prometedor. Es una burla y un homenaje a todo un género como el de la ciencia ficción. La música siempre ayuda, interponiéndose en cada escena para motivarte a acompañar a los personajes en su situación. Aquí suena algo de Ennio Morricone, creando una atmósfera western que desentona con el contexto histórico pero le va perfectamente a tarantinazos como este.

Es brutal la secuencia del salón de juego, donde una tropa de soldados nazi comparte partida con la guapísima Diane Kruger, que falsea ser una defensora del III Reich, la señorita Bridget Von Hammersmark, cuando realmente forma parte del comando de bastardos que intenta cortar cabezas alemanas. Tras desvelarse su identidad se lía una batalla campal de metralletas que deja la sala encharcada en sangre; el momento más espectacular de la película. Ella, ayudada por el teniente Aldo (Pitt) consigue escapar, herida de bala en una pierna. Y en la siguiente escena la podemos ver elegantemente vestida de gala, con un enyesado de tacón tan ridículo como exquisito.

En definitiva, una cinta perfectamente estudiada para hacer reír. La segunda guerra mundial sólo es una excusa, y supongo que muy acertada, para meter personajes irrisorios como el mismísimo Hitler, que Tarantino caricaturiza con una facilidad y realismo asombroso. Quien quiera ver cine histórico, que se olvide de esta película. Porque esto es acción, risa y espectáculo puro. Pero del de verdad.

Un comentario

  1. Yo es que opino justamendi todo lo contrario, que no entiendo que la violencia sea algo disfrutable, yo no lo disfruto para nada.. Y más tratándose de lo que se trata.
    Eso si, coincidimos en que Diane es guapísima y que Landa está estupendo. Si hay puntos en común y todo, en este Apueste por una!

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