Dice el último Dalai Lama que se puede ser feliz sin religión. ¡Qué sensatos, los budistas! Estos días he vuelto a comprobar que en Francia la tradición árabe está muy extendida. También lo está en Berlín, en el pequeño restaurante turco donde mi prima ha trabajado durante los últimos meses. Dice que después de hacer amistad con su jefe y varios de los empleados tuvo que despedirse para volver a Valencia a preparar los exámenes de septiembre. Llegó el momento de acabar la conversación, abandonar el local y quiso darles un abrazo y dos besos. Pero la cara le cambió cuando, con buenos modales y obligada explicación, los mozos se lo impidieron. Era el primer día de Ramadán. Nadie concibe que se pueda ser ciudadano de una sociedad contemporánea manteniendo impermeables unos dogmas de fe o unos comportamientos religiosos tan viscerales como que un hombre no pueda besar en la mejilla a una mujer. O algo mucho más antinatural: la prohibición de ingerir ningún tipo de alimento hasta las 8 de la tarde.
El fotógrafo Jamal Saidi envió ayer a la agencia Reuters esta imagen que se ha difundido en bastantes medios internacionales. Un palacio de Beirut (Líbano) que celebra el inicio del ramadán como aquí lo hacemos en navidad, con diseños de luz completamente contemporáneos e inútiles. Parece que la única diferencia es que aquí, gracias (!) al capitalismo, comprendemos que detrás de esa decoración ya no queda nada, mientras en la cultura árabe la ornamentación es el maquillaje de contemporaneidad para unos pilares de fundamentalismo religioso tan respetable como irrespetuoso, que es capaz de distanciar y enfrentar a la sociedad.
Echaba de menos comentar imágenes de fotoperiodismo.
Hace unas semanas nos pusimos a filosofar en la playa sobre la necesidad de Dios y religión que tiene el hombre.. yo opinaba que era la opción más fácil para no hacerse preguntas, que te lo den todo hecho.